viernes

Nacer


Vió que ya se acercaba el autobús que tenía que coger. Cuando se paró delante suyo esperó a que el tropel de gente subiera y a continuación subió pausadamente y le cedieron un asiento.
Tenía ya 91 años así que no tenía mucho problema para sentarse en los autobuses.
De repente le entró la angustia otra vez. Le volvía a rondar la cabeza la sensación de que no le quedaba mucho tiempo. Desde hacía unos meses tenía un cansancio que no le abandonaba en ningún momento. Siempre había sido una persona de excesos: en el disfrute, en el trabajo, en el ritmo de vida. En todo; definitivamente.
Se dirigía al Hospital, pero era para conocer a su nietecita que acababa de nacer. Sonrió en ese momento. Pero al ver el hospital de lejos le volvió a entrar la angustia. No le gustaba nada ese sitio.
Se bajó del autobús y se dirigió a la sala de maternidad con nerviosismo.
Al entrar vio su hija que acababa de dar a luz muy cansada, a su yerno medio sonriente medio lloroso. Era el primero de la familia en llegar.
Se fundieron los tres en un abrazo casi sin palabras.
En ese momento entró una enfermera con su nietecita y la cogió entre sus brazos con más miedo y ternura que nunca en su vida y en ese momento se le encendió una bombilla en su interior y lo entendió todo: si no existiera la muerte, cada nacimiento sería una tragedia.

                                                                                          Dani_math


                                                                                                                                                                                                    

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